¿Crecer hasta cuándo?

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Gestionar el medio ambiente se está convirtiendo en un capítulo cada vez más difícil para la Gestión Pública dado que el crecimiento demográfico ha presionado y sigue presionando, aunque gracias a la crisis se ha frenado bastante. Cuanto más población más dificultades, las políticas de nuestros dirigentes para frenar el crecimiento poblacional constituyen un capítulo no suficientemente tratado.

La ocupación directa del territorio por la urbanización residencial y las grandes infraestructuras, la combinación del crecimiento demográfico con las modalidades de consumo tan adversas, el pequeño tamaño de las explotaciones, el abandono de los cultivos, la falta de un verdadero aprecio hacia las propias fuentes naturales, etc., han propiciado una decadencia medioambiental. La necesidad de protección del territorio no solo afecta a la biodiversidad, sino también a la conservación del paisaje y a la sostenibilidad del desarrollo humano, que constituyen las señas de identidad esencial de las islas y de los isleños.

A modo de reflexión: ¿cuántos coches más entran en las Islas? ¿cuántas casas más se pueden construir? ¿cuánta pérdida de territorio podemos asumir?... ¿Dónde están los límites y quién debería ponerlos? Sin duda, son preguntas de difícil respuesta.

Tenemos la convicción de que es posible introducir en la cultura de la sociedad una actuación en donde prime la visión medioambiental en los cuatro subsistemas o polaridades que representan a la sociedad: el mercado, el sector público (una política más acorde con el sentir de limitar el crecimiento), el tercer sector (organizaciones que actúan motivadas por objetivos solidarios) y la ciudadanía.

Los cambios de rumbo que hemos señalado en ocasiones hay que realizarlos no solo en el marco de la tecnología, política y economía, sino en nuestras creencias y emociones.

Un programa enmarcado en la línea estratégica de Educación y Formación medioambiental que trate de favorecer y cimentar una cultura medioambiental que ayude a adquirir conocimientos, actitudes y capacidades adaptadas a los tiempos actuales, sobre todo cuando se concretan en la toma de decisiones que afectan al territorio y a sus procesos históricos, es un buen propósito.