La RSC o el modelo de gestión responsable del S. XXI

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La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha provocado desde sus inicios en la década de los noventa, una importante atención por parte de la comunidad profesional y la sociedad, quienes la han contemplado con curiosidad y recelo a partes iguales.

Por una parte, levantó pasiones por parte de quienes vieron en ella una respuesta responsable del mundo empresarial a liderar una gestión más responsable y combatir los grandes retos a los que debemos enfrentarnos actualmente, como frenar los impactos negativos producidos por la globalización, la preservación del planeta o la lucha contra el cambio climático. La RSC no está reñida con la rentabilidad, sino con la forma en que las empresas obtienen sus beneficios.

Por otro lado, ha sido duramente criticada por sus detractores, quienes vieron en ella una herramienta utilizada por las empresas con un fin publicitario destinado a la mejora de su imagen.

Sin embargo, dada su evolución podemos afirmar que la RSC no se trata de un fenómeno efímero sino que ha llegado para quedarse.

La RSC puede definirse como la contribución voluntaria a la mejora social, económica y ambiental por parte de las empresas. También ha sido definida como la como la administración de un negocio de forma que cumpla o sobrepase las expectativas éticas, legales, comerciales y públicas que tiene la sociedad frente a una empresa.

A continuación se describiéndose a continuación su aplicación práctica en las empresas u organizaciones que la adopten:

En el ámbito medioambiental: promoción de iniciativas para promover la mejora medioambiental de la empresa/organismo en su ámbito de actuación, estimulando el consumo de recursos de manera responsable (agua, energía, materias primas, etc.), reducción de emisiones, reducción de vertidos y residuos, fomento de la creación de productos/servicios respetuosos con el medioambiente, etc.

En el ámbito empresarial: promoción de desarrollo de productos/servicios de calidad a precios razonables, fomento de la conciliación de la vida laboral, fomento de la formación y aprendizaje continuo, promoción de la motivación y realización del empleado, así como de la seguridad e higiene en los puestos de trabajo, fomento de la igualdad de oportunidades dentro de la empresa y de la diversidad, de la remuneración responsable de la plantilla, mejora de la comunicación en la empresa y de la empresa con la sociedad mediante la mejora de la transparencia de la información, lucha contra la corrupción, selección justa de proveedores, encuestas de satisfacción de clientes, colaboraciones con competidores para reducir precios y desarrollar productos/servicios difíciles de producir en solitario, etc.

En el ámbito social: contribución al desarrollo de la sociedad en la que realiza su actividad, promoviendo las buenas condiciones de trabajo, los derechos humanos, la integración de la empresa en la sociedad mediante su contribución a la mejora de la misma, como la mejora de las infraestructuras, realizando donaciones para la mejora de los recursos sanitarios, culturales, deportivos, proyectos en países en desarrollo, colaboración con organizaciones sin ánimo de lucro, etc.

Como mencionábamos al comienzo, el concepto de la RSC ha ido cobrando cada vez más interés hasta el punto de que existe un reconocimiento de que las empresas que practican una política activa en este campo son consideradas más competitivas por su capacidad de añadir valor, mejor gestionadas y por ello, mejor valoradas por todos sus grupos de interés, incluyendo clientes, proveedores, accionistas, empleados, administración pública y la sociedad en general. Esto puede facilitar el acceso a la financiación por parte de la empresa. Prueba de ello es la existencia de índices bursátiles específicos para las empresas que lo practican, como el Dow Jones Sustainability Index y el FTSE4 Good, utilizadas por inversores que invierten con criterios de sostenibilidad. Otros beneficios para las empresas que la practican incluyen la rebaja de sus primas de riesgo, la mejora de la motivación de los empleados, reducción de conflictos en la empresa,  la reducción de costes debido a una mejor gestión, el desarrollo de productos/servicios innovadores, la mejora de la imagen, reputación y legitimación de la empresa hacia todos sus grupos de interés, fomento de la fidelidad de los clientes que buscan consumir los productos o servicios de empresas con cuyos valores se identifiquen, el aumento del ciclo de vida del producto/servicio, así como la posible reducción de costes a la empresa derivados de no cumplir con la legalidad.

En efecto, aún tratándose de una iniciativa de carácter voluntario, cada vez son más numerosas las empresas que están incorporando este concepto a su gestión. La RSC ha sido igualmente promovida a nivel institucional y gubernamental a todos los niveles, tanto por la ONU, que ha elaborado las directrices que constituyen el estándar mundial en este campo (Global Reporting Initiative), como la UE, que en 2005 publicó el Libro Verde sobre la RSC. Continuando esta relevancia a nivel internacional, el Gobierno de España ha aprobado una Ley de Economía Sostenible (Ley 2/2011, de 4 de marzo), que pretende impulsar este campo en nuestro país. Para ello, nos sólo anuncia la creación de un Consejo Español de Sostenibilidad sino que establece la obligación para las empresas de más de 1.000 empleados de elaborar una Memoria de Responsabilidad Corporativa. Finalmente, existen distintas iniciativas por parte de diferentes comunidades autónomas, como por ejemplo el caso del Gobierno de Baleares, que ha creado una Dirección General de Responsabilidad Social Corporativa. Igualmente, existe desde el año 2010 una certificación de Aenor de RSC, así como asociaciones que impulsan este campo a nivel nacional (Forética, etc.).

Como se ha puesto de manifiesto, la RSC ha adquirido una dimensión importante en la actualidad y todo indica que seguirá aumentando su influencia en un futuro. El balance actual permite constatar que las ventajas ofrecidas como resultado de las políticas promovidas por la RSC superan con creces los esfuerzos necesarios para su puesta en práctica. Por otro lado, y de manera significativa, la crisis financiera internacional ha puesto en evidencia la necesidad de fomentar el comportamiento éticamente responsable de las empresas.

En Canarias, al igual que en otros ámbitos, se ha de seguir el ejemplo de las sociedades más avanzadas y promover la adopción de estas iniciativas desde todos los sectores de la sociedad, tanto por parte de las empresas e instituciones públicas, como por parte de los ciudadanos, ya que sus beneficios redundarán no sólo en una gestión más responsable de las empresas que promoverán la mejora de su competitividad, sino también una sociedad más exigente y comprometida, así como un un crecimiento más sostenible.

Beatriz Vergara