Ensayo para cualquiera

<p>Caballero, el que informa, agente de desarrollo rural, tiene el gusto de llevarle noticias nuevas de un mundo antiguo, ni viejo ni olvidado, sólo antiguo; espacio para crecer por dentro, mundo rural del que usted, como yo, se ha enamorado.</p>
<p>Quiero decirle que, desde el inicio de mi visita, he tenido tiempo de hacerme mayor y de besar una infancia de carros de verga, juegos de pencas, de piruetas sobre el jable…&nbsp;</p>
<p>Hace once años, a fecha de hoy, que abandoné La Laguna de paseos llanos, noches de tuna, de cosmopolita tililar entre majos, bimbaches, gomeros; La Laguna de guachinches e inciensos donde anclé la adolescencia.</p>
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<p>Como agente de desarrollo he tenido la oportunidad de inmiscuirme en la Trilla del Tanque, en San José de los Llanos; sólo como rescate etnográfico, porque los caballos siguen volando sobre la parva; sólo ellos, nuestra gente y los pocos mulos y burros que aún campean por nuestras medianías. He podido imaginar los cuentos y risas que acompañaban el velo de los frescales, dentro del mismo aire caliente con que las noches de estío dan cobijo a la tertulia.&nbsp;</p>
<p>Puedo informar que La Siega en Icod El Alto está asegurada, porque una estirpe de porteadores lleva consigo la tradición de los cochineros, a tiempo mercaderes y a tiempo campesinos, hacedores de un vergel agrícola que va desde los Campeches hasta los vértices de Tigaiga. Con los icodalteros hemos hecho de la siega algo más que un acto de homenaje anual a la Virgen del Buen Viaje. La hemos devuelto a la isla de Tenerife como una estampa que embellece la mirada, como es, entre el cimbrear de las espigas, gente segando en el campo, algo tan simple y cada vez más inusual.</p>
<p>Pero con los cochineros nos hemos animado a pasar la cumbre, en una actividad llena de magia que nos evoca el trasiego a pie de multitud de gentes, enseres, animales y mucho trabajo, incalculable. Con "Al Paso de la Cumbre", escenificación del trueque, sobre los municipios de Santiago del Teide, Garachico y El Tanque, hemos imaginado el bullicio de semillas que viajaban por la isla mejorando su fertilidad con cada aire nuevo; el pescado, el azafrán, las batatas o el ñame masquero, el centeno de Aponte, las cebollas de Carrizal o de Guayonje, multitud de tesoros que vemos representados en "Al Paso de la Cumbre" y que sólo se valoran cuando se pierden, como los buenos amigos.</p>
<p>La lejana Chasna o Acentejo, Chamorga, Taburco…, idolatrados cobijos, cuevas, abruptos pasos, evocan una época en la que los montes recogían multitud de senderos o refugios, muchas veces improvisados, para atenuar el esfuerzo de una población necesitada de recursos que no dudaba en ”echarse al monte” para acceder a otras comarcas a realizar el trueque.</p>
<p>Caballero, en estos años he regresado en el tiempo para traer multitud de estampas costumbristas, cotidianas, colosales, como es el humo inundando los panales o la leche de cabra hirviendo en un mar de espuma, todo ello recreado en un entorno prodigioso de callejones de piedra, lagares henchidos de olor a mosto y el "Día de las Tradiciones" de Chirche, en Guía de Isora, se abre como una puerta al pasado, cada vez con más curiosos, como si lo antiguo quisiera no perderse en el fragor del cemento y la globalización. Así, alegra el bullicio de las aguadoras acarreando cacharros y oblongas barricas que se combinan, en una plástica colorida y atemporal, con la imagen de la cera convirtiéndose en velas o la parva en trigo, o el café en meloso sabor de mistela.</p>
<p>Seguramente han sido muchos años para tan poco quehacer por nuestra etnografía, pues es tan fugaz la diáspora de nuestras costumbres, que sólo un año es como una vida, que un lustro es como un siglo, que cada uno de nuestros actuales ancianos es como un barco que al naufragar se lleva una preciada carga, irrepetible, porque son múltiples los nexos, las luchas, las galerías, los senderos, los proyectos, los amores, las idiosincrasias locales de nuestra isla. Cuando pasen otros once años ya habrán encallado muchos bajeles, muchos archivos vivos de nuestra historia, una historia diversa y rica: seca la del sur, más húmeda la del norte, pero igual de mágicas, con desiertos que nos acercan a África y con selvas que se desprendieron de Europa.</p>
<p>Aún con la pesadumbre de ver cómo se nos van los hacedores de nuestra cultura, he podido vivir las Carboneras de Vilaflor, con los discípulos de un personaje recientemente desaparecido que llamaban Murga, y cuyos descendientes siguen luchando para que no se pierda el aprovechamiento forestal que dio de comer a tanta gente chasnera, y de Daute, esperancera y de todos lados, porque en todos lados vieron el carbón como el insinuante aviso del potaje, y así los estacones, y la brea o los mullidos picores que salpicaban en los colchones de pinocha. De todo ello recuerdan los que cada año reviven su vínculo con el monte y hacen vigilia junto a las Carboneras en Vilaflor.</p>
<p>De todo lo expuesto, Caballero, dan fe los cientos de personas que se acercan cada año hasta estas muestras de nuestra etnografía.</p>
<p>Me he acercado a usted para solicitar su colaboración en la lucha necesaria para que no perdamos nuestra historia, y especialmente nuestra forma de ser. No se imagina lo que he descubierto entre nuestra gente, que me ha ayudado a comprender cómo se pudo soportar un tributo de sangre o cómo podemos decir sin dolor que somos un pueblo emigrante, o cómo se han levantado miles de bancales, cómo se puede llorar con una malagueña, o lo que significa una madre canaria.</p>
<p>En la línea de esta disertación, más parecida a un informe técnico que a una presentación, sólo me queda decirle, Caballero, que podría informar sobre múltiples historias que definen nuestra isla, pero seguro que usted ya las conoce y son las que le motivan a seguir luchando por el bienestar de sus protagonistas.</p>
<p>Sin más, aprovecho para enviarle un afectuoso abrazo, que me suena más natural que unos cordiales saludos.&nbsp;</p>
<p style="text-align: left;">En Tenerife, a 27 de febrero de 2008&nbsp; Juan Antonio Jorge Peraza</p>

Caballero, el que informa, a gente de desarrollo rural, tiene el gusto de llevarle noticias nuevas de un mundo antiguo, ni viejo ni olvidado, sólo antiguo; espacio para crecer por dentro, mundo rural del que usted, como yo, se ha enamorado. Quiero decirle que, desde el inicio de mi visita, he tenido tiempo de hacerme mayor y de besar una infancia de carros de verga, juegos de pencas, de piruetas sobre el jable… Hace once años, a fecha de hoy, que abandoné La Laguna de paseos llanos, noches de tuna, de cosmopolita tililar entre majos, bimbaches, gomeros; La Laguna de guachinches e inciensos donde anclé la adolescencia.

Como agente de desarrollo he tenido la oportunidad de inmiscuirme en la Trilla del Tanque, en San José de los Llanos; sólo como rescate etnográfico, porque los caballos siguen volando sobre la parva; sólo ellos, nuestra gente y los pocos mulos y burros que aún campean por nuestras medianías. He podido imaginar los cuentos y risas que acompañaban el velo de los frescales, dentro del mismo aire caliente con que las noches de estío dan cobijo a la tertulia. Puedo informar que La Siega en Icod El Alto está asegurada, porque una estirpe de porteadores lleva consigo la tradición de los cochineros, a tiempo mercaderes y a tiempo campesinos, hacedores de un vergel agrícola que va desde los Campeches hasta los vértices de Tigaiga. Con los icodalteros hemos hecho de la siega algo más que un acto de homenaje anual a la Virgen del Buen Viaje. La hemos devuelto a la isla de Tenerife como una estampa que embellece la mirada, como es, entre el cimbrear de las espigas, gente segando en el campo, algo tan simple y cada vez más inusual. Pero con los cochineros nos hemos animado a pasar la cumbre, en una actividad llena de magia que nos evoca el trasiego a pie de multitud de gentes, enseres, animales y mucho trabajo, incalculable.

Con "Al Paso de la Cumbre", escenificación del trueque, sobre los municipios de Santiago del Teide, Garachico y El Tanque, hemos imaginado el bullicio de semillas que viajaban por la isla mejorando su fertilidad con cada aire nuevo; el pescado, el azafrán, las batatas o el ñame masquero, el centeno de Aponte, las cebollas de Carrizal o de Guayonje, multitud de tesoros que vemos representados en "Al Paso de la Cumbre" y que sólo se valoran cuando se pierden, como los buenos amigos. La lejana Chasna o Acentejo, Chamorga, Taburco…, idolatrados cobijos, cuevas, abruptos pasos, evocan una época en la que los montes recogían multitud de senderos o refugios, muchas veces improvisados, para atenuar el esfuerzo de una población necesitada de recursos que no dudaba en ”echarse al monte” para acceder a otras comarcas a realizar el trueque.

Caballero, en estos años he regresado en el tiempo para traer multitud de estampas costumbristas, cotidianas, colosales, como es el humo inundando los panales o la leche de cabra hirviendo en un mar de espuma, todo ello recreado en un entorno prodigioso de callejones de piedra, lagares henchidos de olor a mosto y el "Día de las Tradiciones" de Chirche, en Guía de Isora, se abre como una puerta al pasado, cada vez con más curiosos, como si lo antiguo quisiera no perderse en el fragor del cemento y la globalización. Así, alegra el bullicio de las aguadoras acarreando cacharros y oblongas barricas que se combinan, en una plástica colorida y atemporal, con la imagen de la cera convirtiéndose en velas o la parva en trigo, o el café en meloso sabor de mistela. Seguramente han sido muchos años para tan poco quehacer por nuestra etnografía, pues es tan fugaz la diáspora de nuestras costumbres, que sólo un año es como una vida, que un lustro es como un siglo, que cada uno de nuestros actuales ancianos es como un barco que al naufragar se lleva una preciada carga, irrepetible, porque son múltiples los nexos, las luchas, las galerías, los senderos, los proyectos, los amores, las idiosincrasias locales de nuestra isla. Cuando pasen otros once años ya habrán encallado muchos bajeles, muchos archivos vivos de nuestra historia, una historia diversa y rica: seca la del sur, más húmeda la del norte, pero igual de mágicas, con desiertos que nos acercan a África y con selvas que se desprendieron de Europa. Aún con la pesadumbre de ver cómo se nos van los hacedores de nuestra cultura, he podido vivir las Carboneras de Vilaflor, con los discípulos de un personaje recientemente desaparecido que llamaban Murga, y cuyos descendientes siguen luchando para que no se pierda el aprovechamiento forestal que dio de comer a tanta gente chasnera, y de Daute, esperancera y de todos lados, porque en todos lados vieron el carbón como el insinuante aviso del potaje, y así los estacones, y la brea o los mullidos picores que salpicaban en los colchones de pinocha. De todo ello recuerdan los que cada año reviven su vínculo con el monte y hacen vigilia junto a las Carboneras en Vilaflor.

De todo lo expuesto, Caballero, dan fe los cientos de personas que se acercan cada año hasta estas muestras de nuestra etnografía. Me he acercado a usted para solicitar su colaboración en la lucha necesaria para que no perdamos nuestra historia, y especialmente nuestra forma de ser. No se imagina lo que he descubierto entre nuestra gente, que me ha ayudado a comprender cómo se pudo soportar un tributo de sangre o cómo podemos decir sin dolor que somos un pueblo emigrante, o cómo se han levantado miles de bancales, cómo se puede llorar con una malagueña, o lo que significa una madre canaria.

En la línea de esta disertación, más parecida a un informe técnico que a una presentación, sólo me queda decirle, Caballero, que podría informar sobre múltiples historias que definen nuestra isla, pero seguro que usted ya las conoce y son las que le motivan a seguir luchando por el bienestar de sus protagonistas. Sin más, aprovecho para enviarle un afectuoso abrazo, que me suena más natural que unos cordiales saludos.

En Tenerife, a 27 de febrero de 2008; Juan Antonio Jorge Peraza