Del corazón y de la razón

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Al oír hablar sobre el calentamiento global, a uno le queda la sensación de que hay que reaccionar pronto o ponemos en peligro el futuro de la Tierra y de la Humanidad, nos afecta y, en consecuencia, nos involucra en la auto-condena del tipo de producción y consumo vigente. También queda la sensación de que no basta que se diga que el calentamiento, ahora irreversible, está producido por los seres humanos, es un mensaje demasiado generalista y esconde a los verdaderos culpables; los hombres y mujeres que formularon, implantaron y globalizaron el modo de consumo, que implica devastación de la naturaleza y una manifiesta falta de solidaridad de las generaciones actuales con las futuras.

No somos tan insensatos como para decir que no necesitamos un nuevo enfoque de política económica y desarrollo de la técnica, las necesitamos, está claro, y mucho, pero no es del todo cierto pensar que la solución sólo está en eso; “creemos que no nos sirve gastar en encontrar soluciones para disminuir los niveles de gases de efecto invernadero si seguimos manteniendo nuestra civilización” ¡Vamos! que no sólo es cuestión de un mayor enfoque de desarrollo técnico medioambiental. La Tierra y el Medio Ambiente no son el problema: nosotros, las personas, somos el problema.

Nuestra reflexión es que no sólo se trata de educación/formación, ésta no va a cambiarlo todo, son las personas las que las tienen que cambiar porque tienen el protagonismo, si no preparémonos para lo peor porque el sistema imperante está totalmente alienado, ciego frente a sus propios defectos, aunque con la CRISIS ahora no tanto. Necesitamos protagonismo político y de la gente, en gran medida, revolucionario, por convicción. ¡Cierto! Nuestro capital humano garantiza el devenir de nuestro capital espiritual, el que aflora de nuestro interior, y dado que asumimos que Tierra y Humanidad forman una entidad única e inseparable, que es parte de un todo, y que nuestra misión es la de ser los guardianes y responsables del destino de la Tierra y, entendemos que, nuestro capital humano, debe asegurar los valores sin los cuales no viviríamos humanamente; no sólo hablamos de educación/formación, sino de cooperación, compasión, de la justa medida, contención, tolerancia, del amigo de la vida, de la naturaleza y de la Tierra.

En este contexto hay que trabajar no sólo con lo que pasa por nuestra mente sino por nuestro corazón: no sólo hemos de pensar en lo que tenemos, sino cómo nos hemos de relacionar entre nosotros y con la naturaleza, y qué estamos haciendo para conservarla.

Estamos hablando de que la Responsabilidad Social Medioambiental no sólo es una cuestión de educación/formación sino de algo que aflora de nuestro interior por convicción, por amor, por los recuerdos...: que nos aflore siempre y a los actores esenciales de la Sociedad más.