En lo que llevamos de verano, las Islas Canarias han sufrido tres olas de calor que han elevado las temperaturas hasta los 45ºC, un fenómeno que no ocurría desde el año 1975. Además, las intensas calimas han puesto en constante peligro no solo la salud de la ciudadanía del Archipiélago, sino también la biodiversidad del territorio al ocasionarse sequía y, por ende, numerosos incendios.
Los últimos acontecimientos han ocasionado más de 1.500 muertes a nivel nacional en apenas tres meses, una cifra que hace saltar las alarmas. Y es que el calor extremo lleva a que los mecanismos que regulan nuestra temperatura fallen, pudiendo ocasionar insolaciones, desvanecimientos e incluso golpes de calor que precisen asistencia médica urgente, dado el peligro que supone la pérdida de conciencia.
El aumento de las temperaturas no solo afecta a nuestra salud física, también influye sobre la salud mental. Las olas de calor van ligadas a un aumento de los síntomas de las enfermedades mentales. Pero el calor afecta a la capacidad de pensar y razonar de la ciudadanía que no padece ningún trastorno. Las investigaciones han demostrado que las áreas cognitivas del cerebro se ven afectadas por el estrés térmico, lo cual conlleva a su vez conductas más agresivas.
Asimismo, la naturaleza de nuestras islas se ve directamente afectada por este fenómeno, prueba de ello son los numerosos conatos de incendios sufridos durante el mes de julio a lo largo de todo el territorio canario. En el mejor de los casos, han podido ser controlados. Sin embargo, la ciudadanía de determinados lugares del Archipiélago ha tenido que presenciar de primera mano cómo ardían en llamas sus montes.
Un claro ejemplo de ello es el incendio que se originó el pasado 21 de julio en un pinar en Los Realejos, Tenerife. Las llamas comenzaron en la zona de Los Campeches, pero rápidamente el fuego fue cogiendo fuerza con la urgente intervención de medios aéreos y terrestres. Sin embargo, el perímetro afectado alcanzó las 2.700 hectáreas entre los municipios de Los Realejos, La Guancha, San Juan de la Rambla e Icod de Los Vinos. Asimismo, unas 600 personas, aproximadamente, tuvieron que ser desalojadas a causa de la proximidad del fuego y el peligro que ello suponía para las viviendas.
Las repercusiones que suponen las olas de calor y, sobre todo, la frecuencia con la que se han dado en los últimos meses nos llevan a preguntarnos si se trata de otra consecuencia del cambio climático.
Los científicos apuntan confiados a la evidente relación entre la subida de temperaturas y los gases de efecto invernadero emitidos en las actividades humanas. Numerosos estudios muestran un aumento en la frecuencia y la intensidad de estos episodios. Un informe clave del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU, publicado en 2021, revela que las olas de calor extremas ya tienen aproximadamente cinco veces más probabilidades de ocurrir.
Si nos comprometemos a reducir nuestra huella de carbono, aportamos nuestro granito de arena en la reducción de gases de efecto invernadero y, con ello, a frenar el aumento de las temperaturas.